Monday, January 08, 2007

UN CHARQUITO

Mi vida es un hoyito cavado en la arena de una playa por las manos de un niño novillero; un charquito minúsculo y maligno que deforma de arriba abajo la imagen de los señores que riñen a los niños novilleros, la imagen de los señores respetables que vienen a la playa e infestan los aires del mar —tan limpios, tan brillantes— con sus horribles olores de oficina. Así es mi vida, Catita, un charquito en una playa, ya ves tú que no puedo entristecerme. Me deshace la pleamar, pero otro niño novillero me cava otra vez en otro punto de la playa, y yo no existo por algunos días, y en ellos aprendo siempre de nuevo la alegría de no existir y la de resucitar. Y yo soy el niño novillero que cava su vida en las arenas de una playa. Y yo sé la locura de oponer la vida al destino, porque el destino no es sino el deseo que sentimos alternativamente de morir y de resucitar. El horror de la muerte para mí no es sino la certeza de no poder resucitar nunca, ese eterno aburrirme de estar muerto. ¡Ah, Catita, no leas libros tristes, y los alegres tampoco los leas! No hay más alegría que la de ser un hoyito lleno de agua del mar en una playa, un hoyito que deshace la pleamar, un hoyito lleno de agua del mar en que flota un barquito de papel. Vivir no es sino ser un niño novillero que hace y deshace su vida en las arenas de una playa, y no hay más dolor que ser un hoyito lleno de agua de mar en una playa que se aburre de serlo, o de ser uno que se deshace demasiado pronto. Catita, no leas el destino en las estrellas. Ellas saben de él tan poco como tú. A veces coincide el charquito de mi vida con la plomada de alguna de ellas, y a más de una la he tenido sincera y plena en mi gota de agua. Catita, las estrellas no saben nada de lo que atañe a las muchachas. Ellas mismas no son quizá sino muchachas con enamorado, con mamá y con dirección espiritual. Lo que tú descifras en ellas no son sino tus propias inquietudes, tus alegrías, tus tristezas. Las estrellas tienen, además, una belleza demasiado provinciana, yo no sé... demasiado ingenua, demasiado verdadera... Las pobres imitan la manera de mirar de vosotras. Tu estrella no es, sin duda, sino una estrella que mira como tú miras, y su parpadeo no es sino fatiga de mirar de una manera que nada tiene que ver con sus sentimientos. Catita... Catita, ¿por qué ha de estar tu destino en el cielo? Tu destino está aquí en la Tierra, y yo lo tengo en mis manos, y yo siento un terrible deseo de arrojarlo al mar, por sobre la baranda. Pero no. ¿Qué serías tú sin tu destino? Tu destino acaso es ser un charquito en una playa del mar, un charquito lleno de agua de mar, pero sí un charquito en que hay, no un barquito de papel, sino un pececito que arrojó en él una ola gorda y bruta.

Martín Adán, La casa de cartón.

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