Friday, November 17, 2006

LA HISTORIA

Había decidido pasar a la historia. No podía evitarlo. Después de leer las hazañas de César, las victorias de Napoleón y la promesa trágica de Churchill no tenía opción; la historia me esperaba. Pero, ¿por dónde empezaría? Las ideas bullían en mi cabeza, no tenía algo seguro; y si en algún momento me detenía en abrazar un proyecto, luego lo desechaba: no me sentía capaz. Salí a caminar. En el trayecto me encontré con un amigo. Le hablé de mi obsesión. «Nuestra vida moderna ofrece poco por hacer —me dijo—, las guerras ya no son bien vistas y con el uso de la tecnología se ha eliminado el heroísmo», y concluyó por decirme: «Puedes volverte futbolista, eso es algo que a la gente le gusta ahora». No quedé conforme con su consejo. Era delgado y, además, no tenía habilidad para patear la pelota. Deambulando, encontré sentada en la Plaza Italia a la señora Arnalda, maestra jubilada de sesenta años, quien me inspiraba confianza. La saludé y me senté a su lado. Me escuchó, con las manos quietas y mirándome fijamente. Al final, con su voz de profeta, me dijo: «Lo que puedes hacer es aprender el idioma francés y estudiar para peluquero. Eso da mucho dinero en París. Te vuelves estilista internacional. Y eso no es sólo trabajo de mujeres, también los hombres lo hacen», y agitando su mano frente a mí, señalándome con su dedo índice, agregó: «Hazlo; yo sé que eres un hombre inteligente y que me vas a hacer caso». «Gracias, gracias», le dije, y me alejé presuroso. Esa idea, más que alentarme, me amargaba. «¡Vieja idiota!. Después de leer la campaña de César, las victorias de Napoleón y la promesa trágica de Churchill, ¿ir a terminar cortando pelo a la “hight life” de la sociedad moderna? ¡Loca, vieja loca! Quiere convertirme en amanerado. Ese trabajo es para maricones, no para hombres».
Seguí caminando...

Jack James Flores, Relatos Inolvidables (fragmento).

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